Como antecedente de este tema, se debe mencionar que, a finales de la década de los sesenta del siglo pasado, irrumpió un área especial de la filosofía de las ciencias: la Filosofía de la Biología, teniendo como uno de sus propósitos importantes, hacer estudios comparativos entre la filosofía general de la ciencia con ejemplos en la biología (Griffiths, 2008).
En esos inicios, la filosofía de la biología se encontraba muy ligada a la filosofía de las ciencias química y física, sin embargo, pronto se separó de ellas. A fines del siglo XX y principios del XXI, se fueron generando espacios para las distintas ramas de la biología y se crearon subcampos, como el de la Filosofía de la Ecología.
Para ello, primero hubo de superarse el hecho de cuál sería el ámbito o campo de estudio y desarrollo de la Filosofía de la Ecología, por lo que se estudiaron las relaciones entre ciencia y sociedad, incluyendo aspectos políticos, sociales y ambientales, entre otros, de acuerdo con autores como Kitcher y Pigliucci.
De acuerdo con Sarkar (2005), “uno de los aspectos de la Filosofía de la Biología que ha cobrado creciente relevancia tiene que ver con tópicos ambientales y su vínculo con el hombre”.
Sin duda, a lo largo de la historia, la especie humana ha incidido en la conservación o modificación del medio, no obstante, esta incidencia ha ido tomando cada vez más importancia y ha sido objeto de variados estudios, sobre todo porque la incidencia ha sido cada vez más negativa para el medio y para la propia humanidad.
Así es que han ido surgiendo distintas iniciativas, tanto públicas como privadas, que buscan aportar a los estudios respecto a las condiciones del medio en diversas partes del mundo, determinándose que los cambios en las cinco décadas más recientes han sido los más notorios y dañinos en la historia moderna.
Ante esta situación, es que ha cobrado cada vez más relevancia la Filosofía de la Ecología, como la disciplina que se refiere al estudio de los conceptos y las prácticas relativas a problemáticas ambientales. Su relevancia estriba, principalmente, en que pretende generar aportes desde las intervenciones científicas y señalar algunas de las consecuencias epistémicas y éticas que pueden generar estas intervenciones.
De acuerdo con Busan y Folguera (2017), los conceptos centrales que debe abordar la Filosofía de la Ecología son el impacto ambiental y la evaluación del impacto ambiental. En este sentido, consideran que las principales aportaciones que puede hacer la Filosofía de la Ecología son:
Poder describir un determinado IA (impacto ambiental) durante la realización de
una EIA (evaluación de impacto ambiental), lograr predecir sus posibles consecuencias para lograr mitigarlo, corregirlo, etc. y, finalmente, la de tener preparado un plan de acción respecto de cualquier consecuencia que se salga de evaluación original.
Asimismo, señalan que no son tareas fáciles, ya que los evaluadores deben identificar rápida y eficazmente los riesgos en el impacto ambiental para poder proponer las acciones necesarias para su contención o corrección, mismas que también deben llevarse a cabo de manera pronta y efectiva.
Por otra parte, Campillo (2000) señala que el movimiento ecologista que hoy tiene una presencia importante en todo el mundo tuvo dos antecedentes importantes en el siglo XIX: el ambientalismo obrero, preocupado por las condiciones de higiene, salud y vivienda en los barrios obreros de las ciudades industriales, y el conservacionismo aristocrático, preocupado por preservar los “santuarios” de una “naturaleza virgen”, para disfrute de
excursionistas, cazadores, pescadores, etc.
Asimismo, menciona que el ecologismo contemporáneo reúne a movimientos politizados que se integraron a partir del combate a las armas nucleares y movimientos conservacionistas tradicionales que tenían un menor grado de politización, desembocando en la conformación de organizaciones, movimientos y hasta partidos políticos, generalmente identificados con el color verde.
Asimismo, refiere que el verdadero problema que debe enfrentar la Filosofía de la Ecología es que debe plantear un estudio diferente a los que se basan en las grandes dicotomías modernas: naturaleza y cultura, ciencia y moral, juicios de hecho y juicios de valor, necesidad y libertad, conexiones objetivas o causales y conexiones subjetivas o intencionales, ya que para hacer un análisis correcto, debe entenderse primero que hay una mezcla indisociable de conexiones causales y conexiones intencionales, de procesos naturales y procesos artificiales, de efectos que escapan a toda intención humana y de acciones que permiten la atribución de responsabilidades.
Por tanto, como puede apreciarse en las aportaciones de estos autores, el tema de la Filosofía de la Ecología es de relativamente reciente surgimiento, lo que hace que, a diferencia de otras áreas de la Filosofía, no haya muchos conceptos tan desarrollados y se vayan construyendo cada vez de una mejor manera y vayan ganado aceptación.
Actividades:
1.-Elabore un mapa mental identificando los principales riesgos para el medio
ambiente;
2.-Identifique qué acciones podría proponer para mitigar los daños al medio en
su entorno.
Campillo, A. (2000). Filosofía y Ecología. Texto leído en el curso de actualización científica Ciencia, tecnología y sociedad, coordinado por Eugenio Moya y organizado por la Sociedad de Filosofía de la Región de Murcia, España. Recuperable en http://www.ub.edu/prometheus21/articulos/campillo.pdf
Busan, T.E. & Folguera, G. (2018). Estudio desde la filosofía de la ecología de la noción de impacto ambiental: relación entre los saberes que la conforman y sus consecuencias epistémicas. Prometeica – Revista de Filosofía y Ciencias –Nº 16, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Recuperable en https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/6288986.pdf