Como otros conceptos que se han analizado a lo largo del curso, el de legitimidad, también ha sido estudiado y tratado de explicar desde distintas disciplinas y teorías. Del Hierro (2013) refiere que:
Es un término que sigue planteando muchas dificultades definitorias, conceptuales y operativas. Por una parte, se le sigue considerando en exceso cargado de connotaciones valorativas y poco apropiado para las condiciones de la investigación empírica. Pero, por otro lado, la legitimidad es considerada como un elemento esencial para el buen funcionamiento de las instituciones políticas y jurídicas.
Dada la dinámica del curso, se iniciará retomando la definición que brinda Rodrigo Borja (2021): “es la justificación ética del origen del poder, del ejercicio del mando político, de la procedencia y aplicación de la ley o de cualquier otro acto de la autoridad pública”.
La legitimidad, entonces, tiene como finalidad poder justificar la toma o el acceso al poder y el ejercicio del mismo, ya sea en un sistema monárquico o en uno democrático, porque permite que quien detenta el poder pueda mandar y ser obedecido.
Como puede deducirse, esa posibilidad de mandar y ser obedecido ha cambiado a lo largo del tiempo, dependiendo también de cómo ha evolucionado la humanidad y su organización social. Durante algunos años y en determinados territorios, la facultad de mandar estaba determinada por la sucesión hereditaria de la corona. Actualmente, en casi todos los Estados, se considera que la democracia es el único sistema que puede legitimar la detentación y el ejercicio del poder.
Se dice que quienes detentan el poder buscan legitimarse en él, porque de esa manera los gobernados se sienten comprometidos u obligados a respaldarlos y respetarlos, mientras que el ilegítimo no tendría esa posibilidad. Ahora bien, ¿cómo se obtiene o qué otorga la legitimidad a quienes ejercen el poder? La mayoría de autores que tratan de dar respuesta a esta interrogante refieren que la legitimidad se encuentra en los principios más elevados o trascendentales de cada comunidad.
De esta manera es que a algunas personas y grupos que tuvieron o tienen inclinación a los regímenes monárquicos, les parece legítimo que el poder sea ejercido por aquella persona, integrante de una familia real o dinastía, a la que las normas de sucesión determinan, mientras que considerarían que atentan contra su organización aquellas personas que pretenden hacerse del poder sin cumplir con las condiciones establecidas.
Por el contrario, quienes no creen en la monarquía y sí en la república, estiman que el gobierno legítimo lo debe ejercer aquella persona que surja de la voluntad popular que se refleja en los resultados de los procesos electorales que se organicen para tal fin, por tanto, para ellos, el origen del poder radica en la voluntad general y solo puede ser legítimo el poder que surge de ella.
En los postulados del marxismo, se dice que solo podría ser legítimo el poder o gobierno que surge del proletariado y a través de la vía revolucionaria, teniendo como finalidad generar condiciones para que se instaure una sociedad sin clases. Por su parte, quienes tienen tendencia al fascismo han considerado que solo puede ser legítimo el poder que detenten las élites predestinadas para ello.
Max Weber (s.f.), por su parte, aborda el tema de la legitimidad cuando habla de la dominación y lo hace en los siguientes términos:
En principio (para comenzar) existen tres tipos de justificaciones internas, para fundamentar la legitimidad de una dominación. En primer lugar, la legitimidad del eterno ayer, de la costumbre consagrada por su inmemorial validez y por la consuetudinaria orientación de los hombres hacia su respeto. Es la legitimidad “tradicional”, como la que ejercían los patriarcas y los príncipes patrimoniales antiguos. En segundo término, la autoridad de la gracia (Carisma) personal y extraordinaria, la entrega puramente personal y la confianza, igualmente personal, en la capacidad para las revelaciones, el heroísmo u otras cualidades de caudillo que un individuo posee. Es esta autoridad “carismática” la que detentaron los Profetas o, en el terreno político, los jefes guerreros elegidos, los gobernantes plebiscitarios, los grandes demagogos o los jefes de los partidos políticos. Tenemos, por último, una legitimidad basada en la “legalidad”, en la creencia en la validez de preceptos legales y en la competencia objetiva fundada sobre normas racionalmente creadas, es decir, en la orientación hacia la obediencia a las obligaciones legalmente establecidas”.
Con base en lo señalado hasta ahora, se puede concluir que cada filosofía política, con base en su manera de ver el mundo, tiene su propia apreciación de la legitimidad. Un aspecto que se debe tener en cuenta, también, es la posibilidad de que gobiernos que surgen como legítimos puedan perder su legitimidad, así como que algunos gobiernos que surgen como ilegítimos puedan alcanzar la legitimidad con base en su ejercicio. En efecto, se considera que algunos factores pueden provocar la pérdida de legitimidad de los gobiernos, entre estos factores se pueden mencionar el autoritarismo, el abuso de poder, la visión patrimonialista, la corrupción, la negligencia y la ineficacia o falta de resultados. En cuanto a los gobiernos que inician con cierta ilegitimidad, como puede considerarse a los revolucionarios o que toman el poder por la fuerza, podrían alcanzar legitimidad en la medida en que sus actos sean percibidos como correctos y necesarios por la mayoría y que favorecen el interés general.
Actividad: Elaborar un mapa mental sobre algunos gobiernos que se han considerado ilegítimos en América Latina.
Borja, R. (2021). Legitimidad en Enciclopedia de la Política. Recuperable en
https://www.enciclopediadelapolitica.org/legitimidad/
Cruz, L. A. (2008). El concepto de legitimidad en la autoridad: elementos de
análisis para comprender la relación autoridad-subordinación en el
comportamiento administrativo. Academia. Revista Latinoamericana de
Administración, núm. 40, pp. 68-82. Recuperable en:
http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=71612100006
Del Hierro, J.L. (2013). Legitimidad y legalidad. Eunomía. Revista en Cultura de la
Legalidad, No. 4. pp. 179-186
Guastini, R. (2001). Estudios de Teoría Constitucional. Edición y presentación
Miguel Carbonell. Fontamara. Universidad Nacional Autónoma de México.
Weber, M. (s.f.) El Político y el Científico. Documento preparado por el Programa
de Redes Informáticas y Productivas de la Universidad Nacional de General
San Martín (UNSAM). Recuperable en http://www.hacer.org/pdf/WEBER.pdf